En un lejano bosque vivía
el árbol Simón que cuando observaba a los demás los criticaba y decía:
_ Ese árbol tiene una
fruta dañada.
_ Ese otro tiene una hoja
seca.
_ Y aquel tiene una rama
torcida.
El árbol Simón, no sólo
no paraba de criticar, sino que también las cosas sólo estaban bien cuando él
las hacía. Y, murmuraba diciendo:
_ Estos árboles. Ni
siquiera saben buscar una buena orientación para recibir los rayos del del sol.
Y esos otros tampoco saben mover sus ramas al compás del viento.
Y así era el día a día
del árbol Simón. Hasta que una tarde un pajarito que se había posado en una de sus
ramas al levantar el vuelo soltó una caca.
El árbol Simón se sintió
tan asqueado que rápidamente miró su copa para ver si estaba limpia y al mirar
hacia arriba descubrió que los demás árboles eran más altos que él.
Agachó la cabeza y mirando
hacia abajo observó que en su interior tenía una raíz podrida que debía curar.
El árbol Simón se sintió muy
triste al descubrir que en cada crítica que hacía a los demás estaba ocultando sus
complejos y su incapacidad…
Y más triste se sintió, cuando entendió que se le había podrido una raíz, por el esfuerzo
que llevaba el pensar, que las cosas sólo estaban bien cuando él las hacía.
Autora: María Abreu
2 porque con el juicio
con que juzgáis, seréis juzgados, y con la medida con que medís, os será
medido. ¿Y por qué miras la paja que está en el ojo de tu hermano, y no echas
de ver la viga que está en tu propio ojo?
(Mateo 7: 2- 3)