Papá y mamá conejo van con el conejito Fito a la parte llana del bosque para jugar al fútbol.
El pequeño conejito se divierte corriendo detrás de la pelota, pero apartando la mirada de ésta se da cuenta de que una sombra proyectada en el suelo lo está persiguiendo.
Corre sin parar, para intentar alejarse, pero la sombra continúa persiguiéndolo donde quiera que va haciendo sus mismos movimientos.
Al no poder librarse de la sombra, el conejito Fito se pone a llorar desesperadamente y corre aterrado a los brazos de mamá coneja que abrazándolo le explica:
_ Hijo, no tengas miedo, la sombra es tu propio cuerpo que se refleja en el suelo.
El conejito Fito mira al suelo y se da cuenta de que la mancha oscura y sin rostro aún sigue ahí a su lado y grita aún más fuerte.
Papá conejo se acerca y le explica:
_ Hijo, todos tenemos una sombra. Yo tengo una, observa cómo me pongo a bailar con ella.
El conejito Fito mira a su padre y le da mucha risa ver lo mal que baila.
_ Ven hijo, baila y salta con la tuya_ le invitó papá conejo.
En ese momento el conejito Fito se aleja de los brazos de mamá coneja para bailar y saltar con su sombra.
Desde ese día, la sombra pasó de ser algo tenebroso a algo divertido para el pequeño conejito.
Autora: María Abreu
El que habita al abrigo
del Altísimo, Morará bajo la sombra del Omnipotente. (Salmos 91: 1)
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