Una tarde de calor, el conejito Fito llegó sudado a casa, después de haber jugado en el bosque al “pilla-pilla”.
Mamá coneja, al verlo sucio y sudado, le mandó a bañarse, pero el pequeño conejito le dijo que no. Nuevamente mamá coneja le manda a bañarse y éste le repite:
_ ¡No quiero!
Mamá coneja, ante su negativa le explica:
_ Si no te bañas puedes tener mal olor corporal y eso puede provocar la burla o el aislamiento de los demás.
Al conejito Fito se le sonrojó la carita de asombro sólo de pensar que se reirían de él por andar sucio.
Mamá coneja, mirando la carita sonrojada de asombro del pequeño conejito, continuó explicándole:
_ Los elefantes entran en los lagos para echarse agua con su trompa. Los lagartos se bañan en los charcos. También los hipopótamos se meten en los lagos para bañarse porque les gusta estar limpios.
Después de esta explicación, mamá coneja agarró al conejito Fito y lo metió en una bañera…, le dio una esponja y un bote de jabón con olor a limón.
Dentro de la bañera, el pequeño conejito no paraba de divertirse cada vez que mamá coneja le enseñaba a frotarse la espalda, las orejas, los pies y el resto del cuerpo.
Desde ese día, el conejito Fito aprendió a bañarse todos los días.
Autora: María Abreu
Crea en mí, oh Dios, un
corazón limpio, Y renueva un espíritu recto dentro de mí. (Salmos 51: 10)
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