Una tarde de calor José
llegó sudado a casa después de haber jugado en el parque.
Su padre al verle sucio y
sudado le mandó a darse una buena ducha pero José se enfadó mucho. En su enfado
pateó el sofá del salón y luego se sentó con los brazos cruzados negándose.
La madre al ver el arrebato
de José se le acercó con mucha ternura y apoyando la mano sobre su pequeño
hombro le explicó:
_ ¡Hijo sé que no te
gusta ducharte! Pero debes saber que si
no te duchas puedes tener mal olor corporal y eso puede provocar la burla o el
aislamiento de los demás.
_ ¡Es que no me gusta
ducharme!
_ ¿Sabías que hasta los
animales se duchan?
_ ¡No, no lo sabía!
_ Pues que sepas que los elefantes entran en los lagos para echarse
agua con su trompa, los lagartos se bañan en los charcos, los hipopótamos se meten
en los lagos para ducharse mientras algunos pajaritos les limpian las orejas
con su pico.
Con esta explicación José
se quedó en silencio por unos minutos…, mas la madre con mirada tierna le
extendió la mando invitándole a que fuera a la ducha.
Finalmente José aceptó su
invitación y una vez en la ducha no paraba de divertirse cada vez que ella le
enseñaba a frotarse la espalda, las orejas, los pies y el resto del cuerpo.
Desde ese día José
aprendió a ducharse todos los días.
Autora: María
Abreu
Crea en mí. Oh Dios, un
corazón limpio y renueva un espíritu recto dentro de mí (Salmos 51: 10)