Manuel es un niño de 6
años amistoso y juguetón pero no sabe tener paciencia. Cada vez que su madre lo
lleva a la tienda a comprar calcetines Manuel llora y hace rabietas porque
quiere que le compre un osito de peluche.
_ Manuel, ahora no
podemos comprar ese osito de peluche porque no tenemos dinero suficiente.
Debemos esperar a final de mes _ declara
la madre.
_ ¡No, esperar no, yo
lo quiero ahora!_ replica Manuel entre gritos.
_ ¡Niño no seas petardo!
_ Le recrimina la madre y agarrándolo de la mano lo saca de la tienda y
aprovechando el día soleado se lo lleva a comer helados.
En la heladería Manuel
intenta saltarse la fila porque no tiene paciencia para esperar su turno, la
madre lo agarra por los brazos y le explica:
_ Manuel tienes que
aprender a esperar porque…
Pero como Manuel no
tiene paciencia para escuchar la explicación de su madre y la interrumpe entre
berrinches:
_ ¡No, esperar no, yo
quiero un helado ahora!
La madre entristecida no
le compra el helado y agarrándolo por la mano se lo lleva a casa.
Cuando llegan a casa
Manuel reclama un bocadillo, la madre le pide unos minutos para cambiarse de
zapatos sin embargo Manuel empieza a zapatear y a chillar:
_ ¡No, un minuto no, quiero el bocadillo ahora!
Y así era el día a día
de Manuel y su madre.
Hasta que llegó un
momento en que la madre cansada de los gritos, las rabietas, zapateos y
berrinches de su hijo decide darle todo lo que le pide al momento.
De esta manera, teniendo a su madre siempre a sus órdenes Manuel se convierte
en… El pequeño
tirano de la casa.
Pasados unos meses la
abuela de Manuel llegó a casa para pasarse el verano con
ellos.
La abuela le llevó
regalos, pero no pasó ni media hora para que la abuela se diera cuenta de que
Manuel es un niño impaciente.
Por ese motivo observaba
la conducta de Manuel descubriendo que éste se comportaba como que todo giraba alrededor de sus
deseos.
Aun así la abuela guardó
silencio esperando el momento ideal para corregir a su pequeño nieto.
Una mañana se fueron
los tres a la tienda a comprar algunas prendas de vestir. Manuel corrió hacia
donde estaba el osito de peluche que una vez había pedido a su madre y le
ordenó que se lo comprara.
_ Manuel, te he dicho que
no tenemos dinero suficiente. Debes esperar a final de mes_ reveló la madre.
_ ¡No, esperar no, yo
lo quiero ahora!_ ordenó Manuel entre gritos.
_ ¡Niño eres un petardo!_
exclamó la madre muy incómoda.
La abuela que estaba al
lado observando las pataletas y los berrinches de Manuel se le acercó con mucha
ternura para explicarle:
_ Manuel, debes
aprender a tener paciencia.
_ ¡No, no tengo
paciencia! ¿Qué es la paciencia? _
preguntó Manuel sin dejar de gritar.
_ ¡La paciencia es estar lleno de amor! El que ama difícilmente se enoja, es paciente con las
personas, no grita y sobre todo sabe esperar… _ Revela la abuela.
_ ¿Entonces debo esperar
a que mi mamá tenga dinero suficiente para que me compre ese osito de peluche?
_ aclaró Manuel con voz baja.
_ ¡Exactamente!_ afirmó
la abuela.
Limpiándose las
lágrimas por la rabieta que había hecho anteriormente Manuel se acerca a su madre diciéndole:
_ ¡Mami te quiero!
La madre llena de cariño
lo abrazó y le regaló una cajita de ahorros para que Manuel con mucha
paciencia fuera ahorrando el dinero y se comprara el osito de peluche.
También la abuela le
compró una pequeña
plantita y se la puso en la
ventana de la habitación para que Manuel
con amor y paciencia la fuera cuidando.
Cada día la plantita
iba creciendo bajo el cuidado de Manuel hasta que le llegó el tiempo de echar
flores.
_ Mamá, mamá, ya la
plantita tiene flores y también ya he ahorrado el dinero suficiente para
comprarme el osito de peluche.
De esta manera Manuel aprendió
a tener paciencia y cada noche dormía abrazado a su osito de peluche.
Ante el cambio de
Manuel, la madre se dio cuenta que ella también necesitaba tener paciencia con
su hijo siendo más amorosa con él.
Autora: María
Abreu
Mas tenga la paciencia
su obra completa, para que seáis perfectos y cabales, sin que os falte cosa
alguna. (Santiago 1:4)