Dos ríos soñaban con
llegar al mar. A lo largo de su sonoro recorrido el río
Titico murmulló:
_ ¡No seas indeciso,
tenemos que avanzar!_ susurró el río Euris.
_ ¡No lo lograremos! ¡Voy
a retroceder!_ rumoreó el río Titico.
_ ¡No lo hagas, debemos
continuar para alcanzar nuestro sueño!_ murmulló el río Euris.
_ ¡Lo siento, no
seguiré! ¡Me
quedaré aquí en esta laguna!_ dijo el río Titico.
Sin embargo el río Euris no quería
quedarse estancado en la laguna, deseaba alcanzar su sueño. Por eso
continuó su camino hacia el mar fluyendo entre las hierbas, las piedras y los árboles.
En su recorrido se encontró
frente a frente con la montaña que le impedía el paso.
Como no podía escalarla
movió su corriente por el pie de la montaña. El estruendo contra ésta era tan
fuerte que le hizo sentir como si se rompían sus aguas, pero continuó su
recorrido hasta que finalmente logró desembocar en el mar.
Batiendo sus aguas con
las del mar, el río empezó a formar olas que
subían, bajaban, avanzaban y retrocedían alcanzando su gran sueño.
Una vez en el mar, el
río Euris fue muy feliz a diferencia del río Titico, que por miedo a la alta montaña se estancó en una laguna
y se pudrieron sus aguas.
Autora: María
Abreu
El que cree en mí, como dice la Escritura, de su interior
correrán ríos de agua viva. (Juan 7:38)