Cuentos clásicos

jueves, 20 de abril de 2017

LA ARDILLA Y EL ENOJO

En un pequeño bosque vivía la ardilla Isabella. Ésta cuando se enojaba zapateaba con los pies, gritaba e insultaba a su familia y amigos.

Cada vez que quería conseguir algo lo lograba a base de gritos, insultos y rabietas. Era su manera de tener el control de las cosas. Y después de esto actuaba como si nada hubiera pasado.

Una tarde, la ardilla Isabella salió con sus amigos a reunir alimentos para el invierno. Iba echando en una cestita que tenía en su cabeza: nueces, hojas y raíces.

La ardilla Amara que también estaba recogiendo nueces, hojas y raíces del suelo se despistó y chocó con la ardilla Isabella frontalmente.

Ante este hecho, a la ardilla Isabella se le cayeron los alimentos y quedaron esparcidos por todo el suelo. Por lo que le dio un arranque de ira y empezó a gritar y a insultar a la ardilla Amara acusándola de torpe e inútil.

Era tanta la ira de la ardilla Isabella que su cuerpo se tensó y las venas del corazón se le taponaron provocándole un infarto.

Las demás ardillas, pese al mal trato que le había dado la ardilla Isabella se preocuparon mucho y rápidamente llamaron una ambulancia y se la llevaron al hospital.

Una vez allí, el médico Duende Azul, la estabilizó y horas después comenzó a explicarle:

_ ¡El enojo es un suicidio, casi te mueres de un infarto! ¡Debes aprender a controlarlo!

_ ¡Es que no sé cómo controlar mi enojo, doctor!_ expresó la ardilla Isabella acostada en la cama junto a un monitor cardiaco.

_ Debes identificar la causa, aceptar que estás enojada y luego trabajar en este sentimiento tan negativo que es el enojo _ explicó el doctor.

_ ¡Muchas gracias doctor, me llevaré de su consejo! _ reflexionó la ardilla Isabella.

Dos días después, a la ardilla Isabella le dieron el alta hospitalaria y volvió al bosque con sus amigas a recoger alimentos. Con una actitud tranquila y relajada les pidió perdón a todas por los gritos e insultos que les había dicho.

Con este infarto la ardilla Isabella comprendió que no vale la pena enojarse por cualquier cosa ni gritarle a los demás.

Autora: María Abreu

No te apresures en tu corazón a enojarte, porque el enojo reposa en el seno de los necios. (Eclesiastés 7:9)


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