Una resplandeciente
mañana de calor, el saltamontes Bruno salta por el bosque buscando desayuno.
Entre salto y salto
descubre a una mariposa danzando al ritmo del viento sobre los pétalos de una
rosa. Él suspira, mas ella le sonríe danzando de puntillas.
El saltamontes atraído por la belleza de la mariposa, salta sobre la rosa y con su carita ruborizada se le
acerca diciendo:
_ ¡Hola, mi nombre es
Bruno! ¡Bonitos colores!
Pero la mariposa, entre
vuelta y vuelta no para de bailar, dibujando en el aire, figuritas de cristal.
_ ¿Podemos desayunar juntos?
_ preguntó el saltamontes intentando llamar su atención.
_ Entiendo tu interés;
pero sólo si me regalas una estrella del cielo podrás conquistarme_ explicó la
mariposa, toda vanidosa.
_ ¡Wau!_ suspira el
saltamontes. No se lo podía creer. Pero como sentía maripositas en el estómago
le expresó:
_ ¡Por ti haría
cualquier cosa!
_ Pues cuando tengas la
estrella, búscame en los jardines de este bosque_ comenta la mariposa yéndose hacia
otro rosal.
Desde ese día el
saltamontes con mucho entusiasmo esperaba la llegada de la noche. Y bajo la luz
de la luna, saltaba
sin parar: por el prado, por las montañas, por el bosque.
A vece, cuando estaba
sobre el pico de una montaña, saltaba tan alto que sentía que rozaba el cielo y
que podía alcanzar las estrellas.
Pasadas las horas
cuando salían los débiles rayos del sol, el saltamontes descansaba en su
pequeña madriguera. Allí vendaba las heridas de sus pies lastimados por los
continuos saltos, consciente de que esto le estaba lastimando.
Acostado en su cama,
unas lágrimas salían de sus ojos porque pese al esfuerzo se sentía frustrado y poco valorado.
Cuando se sintió un
poco mejor, se levantó y se acercó al rosal. Allí encontró a la bella mariposa
curvando sus alas al compás del viento sobre los pétalos de una rosa.
La contempla con
tristeza, pues sabía que las heridas de sus patitas le impedirían saltar sobre
la rosa. Mas ésta al verlo descendió y sólo pensado en su deseo le preguntó:
_ ¿Dónde está mi
estrella?
_ ¡No he podido conseguirla
y no volveré a intentarlo!_ afirmó el saltamontes.
_ ¡Ah! ¿Por qué?_ preguntó
la mariposa muy asombrada.
_ Porque cuando alguien realmente te quiere no te hace
sufrir por puros caprichos_ explicó el saltamontes marchándose del rosal y dejándola
sola.
Con el tiempo el
saltamontes Bruno se curó de sus heridas y llegó a conocer a un saltamontes
hembra que realmente lo valoraba.
Autora: María
Abreu
Cuando al orgullo lo va alimentando la vanidad termina en el rechazo y al final te quedas solo. Esto
fue lo que le pasó a la mariposa.
Tú, Señor, estás en las
alturas, pero te dignas atender a los humildes; en cambio, te mantienes alejado
de los orgullosos. (Salmos 138: 6)