Pinocho, primera parte
En el centro de un
lejano bosque había un bello jardín donde vivía un joven príncipe. Cerca de
allí, vivía también una malvada bruja que se divertía realizando hechizos a los
habitantes del bosque.
Un buen día la malvada bruja se fijó en el joven príncipe y lanzándole unos polvos mágicos lo durmió tendido en la tierra durante varios días.
Un buen día la malvada bruja se fijó en el joven príncipe y lanzándole unos polvos mágicos lo durmió tendido en la tierra durante varios días.
Cuando el viento sopló el príncipe
se levantó del polvo pensando que era Adán. Confundido comenzó a
caminar por el jardín creyendo que era el
jardín del edén. En su caminar, a lo lejos descubrió un
manzano y subido en la rama de este vio a un hombrecillo al cual la
malvada bruja manipulaba.
_ ¡Hola joven
príncipe!
_ ¿Quién eres? _
preguntó el príncipe
_ Soy Pinocho, tu amigo y compañero de este
jardín.
_ ¿Y por qué
tienes la nariz tan larga? _ preguntó el
joven príncipe.
_ ¡Ah! No es
nada, es de tanto estornudar por la alergia del polen. ¡Ya sabes… Aquí hay
muchas flores!
_ Bueno ya se te
pasará. ¿Por cierto, has visto por aquí al hombre sabio? _ preguntó
el joven príncipe.
_ El hombre
sabio no está por aquí, pero tenemos permiso para comer de todas las frutas de
este jardín _ dijo Pinocho.
_ ¡Ah muy bien!
Pero según la historia hay una fruta de la que no podemos comer _ reflexionó el
joven príncipe mirando fijamente las
manzanas.
_ Las historias,
historias son. ¡Mira
qué ricas se ven estas manzanas! Puedes comer las que quieras. Si
comes por lo menos una, serás un hombre súper sabio _ explicó Pinocho.
_ ¡Pues yo
quiero ser súper sabio!_ expresó el joven príncipe cogiendo una manzana en sus
manos y cuando la mordió ésta se revolvió con un fuerte grito.
El príncipe muy asustado la dejó caer en el suelo y en ese instante la manzana se convirtió en
una hermosa mujer llamada Blancanieves.
_ ¡Vaya susto
que me has dado mujer! _ suspiró el príncipe.
_ Mi nombre es
Blancanieves.
_ Yo soy A… Espera… Que yo recuerde…, tú serás
la mujer que me seducirá a comer la manzana… Y si la como, el hombre sabio nos
echará de este jardín y me pondrá a trabajar la tierra _ indicó el príncipe atemorizado.
_ ¿De qué hablas?_
preguntó Blancanieves confundida.
_ Simplemente te
quiero dejar claro, que no se cumplirá la historia: No seré expulsado de este
jardín por tu culpa, ni tendremos dos
hijos. Y si el hombre sabio me expulsa, que sepas que no te construiré una casa _ sentenció el príncipe.
_ Pues yo
también te quiero dejar claro que estamos en igualdad de condiciones. ¡Puedo
construir mi propia casa !_ decretó Blancanieves entre gritos.
_ ¿ Ah si ? ¡Echemos
un pulso a ver si es verdad que estamos en igualdad de condiciones!_ bromeó el príncipe entre risas.
_ ¡Pero joven príncipe no discutas tanto, ya has comido la
manzana! _ dijo Pinocho.
_ ¡Eso no es
cierto. Sólo le pegué un mordisquito! _ explicó el príncipe sin quitar la vista del manzano.
Minutos después
los tres se marcharon del manzano y cada uno decidió construir su propia casa.
El príncipe y Pinocho la construyeron totalmente de madera laminada mientras que Blancanieves la construyó con palos de madera cubriéndola
con ramas de los árboles.
Una noche,
mientras todos dormían, llegó un lobo
y comenzó a soplar sobre la casa de Blancanieves. El lobo sopló y sopló y la casa derribó.
Blancanieves corrió y salió por la puerta de atrás y cuando el lobo intentó
comérsela, ella lo enfrentó con una antorcha encendida y el lobo asustado se fue corriendo.
Pinocho y el
príncipe observaban por la ventana de su casa y entre risas gritaron:
_ ¡Buen trabajo
Blancanieves!
Ésta los ignoró
e hizo una pequeña fogata y se durmió en el tronco de un árbol.
A la mañana
siguiente el príncipe y Pinocho decidieron hervir un té de plantas medicinales,
pero ambos se distrajeron contando sus propias historias y la casa se incendió.
En ese instante llegó el lobo y cuando se acercó, comenzó a quemarse con los
restos de la casa en llamas, así que salió corriendo y se tiró en el río del
jardín diciendo:
_ ¡Ni siquiera
me dio tiempo de soplar sobre la segunda casa!
Pero en ese
momento sintió que algo nadaba cerca de él y mirando a su lado dijo:
_ ¡Uy, qué pato
más feo!
_ ¡No soy un
pato, sé muy bien quién soy!
_ ¿Y quién
eres?_ preguntó el lobo un poco escéptico.
_ ¡Soy un
hermoso cisne!
_ ¡Vaya
historia! _ dijo el lobo aburrido mientras salía del agua para acostarse en el
suelo y secarse al sol.
Pinocho y el
príncipe salieron corriendo del fuego y se lamentaban porque al igual que Blancanieves se habían
quedado sin casa.
Más tarde, los
tres caminaron por el jardín con mucha hambre y Pinocho los guió
nuevamente al manzano.
Mientras que en
el bosque, lejos del jardín, la malvada bruja veía todo desde su espejo mágico
y llamó por el teléfono móvil a Pinocho diciéndole que convenciera a
Blancanieves para que se comiera la manzana envenenada. Pinocho manipulado por
ésta, colgó la llamada, se acercó a Blancanieves y le preguntó:
_ ¿Tienes hambre?
_ ¡Sí, tengo
hambre y me apetecería comer mucha carne!_ dijo Blancanieves mirando a su
alrededor.
_ ¡Pero la carne
engorda! Es mejor que seas vegetariana y comas esta manzana para que mantengas
ese tipazo _ comentó Pinocho con voz seductora.
_ Pero no puedo
comerla, porque cada manzana es un mundo. La vida y la muerte pueden estar en
poder de la manzana.
_ ¡Ah, no hagas
caso, son historias! _ dijo Pinocho mientras le crecía la nariz.
Blancanieves con
la ilusión de mantener su figura y seducida por la voz de Pinocho se acercó y
comió la manzana y en ese mismo instante murió… Leer la segunda parte: Pinocho en el edén, segunda parte
Autora: María Abreu
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