Había una vez un hombre
que había naufragado en una isla en medio del mar. Hacía mucho calor y como tenía
sed se puso de rodillas y juntando sus manos comenzó a orar:
_Señor, estoy en una
isla en medio del mar. Tengo mucha sed. Dame un coco de agua, por favor, Señor,
un coco de agua_ Dios le dio el coco de agua.
_ Señor tengo frío, dame
fuego. Por favor, Señor, dame fuego_ Dios le suplió el fuego.
Náufrago |
_ Señor tengo hambre.
Dame peces Señor, por favor, dame peces_ Dios le proporcionó los peces.
Cuando el náufrago vio
que tenía todo lo necesario para vivir
comenzó a desear más cosas:
_ Señor quiero un
maletín de joyas, dos coches, gafas de sol, un portátil…
Con tanto peso la isla empezó
a hundirse y el náufrago puesto de rodillas comenzó a gritar:
_ ¡Señor, sálvame,
sálvame por favor qué me hundo!
Autora: María
Abreu
Sea
vuestro carácter sin avaricia, contentos con lo que tenéis,
porque El mismo ha dicho: NUNCA TE DEJARE NI TE DESAMPARARE. (Hebreos 13: 5)
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