El mar estaba en
completa calma, en las profundidades los peces jugaban al fútbol y en el cielo
las nubes bailaban al compás del viento.
Cuentos clásicos
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viernes, 18 de diciembre de 2015
La isla encantada
Un apuesto príncipe aburrido de la vida monótona que llevaba en el palacio, decidió un buen día subir en uno de sus barcos en busca de aventuras.
viernes, 27 de noviembre de 2015
Animales con necesidad de dormir
_ ¡Tenemos que terminar
con esta situación! ¡Necesito dormir!_ rugió un tigre.
_ ¿Qué podemos hacer? _
preguntó un flamenco.
_ ¡No lo sé, pero esto
tiene que terminar!_ pronunció una cebra con su pijama puesto.
_ La mejor solución es
unirnos para terminar con este problema_ ideó una pantera.
Los animales nerviosos caminan
de aquí para allá y de allá para acá intentando buscar una salida que les
permitiera recuperar el sueño.
Más en medio de la
situación unas hienas no paraban de
reírse.
_ ¿Por qué se burlan? _ preguntó un jaguar.
_ ¡Es que todas las
noches es lo mismo! ¡Aquí no hay quien duerma!_ respondieron las hienas entre
risas.
Los animales muy intranquilos
chillaban, rugían, berreaban y aullaban de los nervios.
_ ¡Llevamos mucho
tiempo sin poder dormir!_ baló una cabra en medio de un lamento.
_ ¡Tranquilos, ya tengo
la solución!_ dijo el tigre muy listo.
_ ¿Cuéntanos,
cuéntanos?_ preguntaban los animales con mucha curiosidad.
_ ¡Pediremos ayuda a
una lechuza!_ explicó el tigre.
El tigre contó el plan
a los demás animales y luego se marchó en busca de la lechuza en medio de la
oscura noche.
La encontró en el hueco
de un gran árbol y le pidió ayuda. Ésta aceptó y caminaron juntos hacia la
orilla del río y ahí encontraron el problema.
Allí un hipopótamo
dormía produciendo grandes ronquidos lo que impedía que los demás animales
pudieran conciliar el sueño.
_ ¡Uh uh!_ le cantó la
lechuza al oído.
En ese instante el
hipopótamo despertó y minutos después se volvió a dormir sin roncar.
Pero al poco tiempo se
volvió a repetir la misma situación anterior, pero esta vez los ronquidos iban
en aumento. Y la lechuza volvía de nuevo a susurrarle.
_ ¡Uh uh!
La lechuza pasó toda la
noche en vela susurrando al hipopótamo siempre que comenzaba a roncar. Y, por
eso, desde esa misma noche se convirtió en la guardiana de los sueños. ¡Ssss! ¡Todos duermen!
Autora: María
Abreu
En paz me acostaré y
asimismo dormiré; porque sólo tú, Jehová, me haces vivir confiado. (Salmos 4:8)
jueves, 5 de noviembre de 2015
El conejo y el otoño
Era una mañana de otoño, la brisa acariciaba los árboles
como queriendo desprender las hojas de sus ramas, algunas de color amarillento
y otras de color café pintadas por la estación.
Se escuchaba el crujir
de las hojas secas bajo los pies del conejo Pablito que iba de camino a su
madriguera.
El viento, otra vez el
viento, soplaba con mayor fuerza despegando las hojas de los árboles que
discretamente rozaban la piel del conejo Pablito hasta que finalmente caían al
suelo.
Con olor a hojas secas,
el conejo Pablito continuaba su camino dejando tras de sí la silueta de algunas
hojas marcadas en el suelo. Olía a otoño.
Se podía seguir
escuchando el crujir de las hojas secas tras los pasos de Pablito hasta que muy cerca de él pudo ver a una serpiente en el tronco de un viejo árbol.
Por ese motivo Pablito cambió de dirección recordando que el
miedo alertador es dueño de la
seguridad. Eso le había enseñado siempre su madre.
Autora: María
Abreu
El avisado ve el mal, y se esconde; mas los simples pasan, y reciben el
daño. (Proverbios
22: 3)
domingo, 18 de octubre de 2015
LA LUNA, cuento para dormir
Lentamente va cayendo
la tarde. Los débiles rayos del sol se van alejando de las hojas de los árboles
que se mueven al compás del viento.
El sol, poco a poco se va
ocultando detrás de la montaña, dando paso a que el cielo tome un color
anaranjado y amarillento.
Cuento para dormir |
Va cayendo la noche,
los árboles apenas se miran en la sombra. Definitivamente el sol se aleja del
bosque. Oculto entre las nubes, cierra sus radiantes ojos para descansar.
En ese instante, el
cielo abre sus puertas dejando escapar los destellos de las estrellas. Algunas
le hacen un guiño a la noche, mas la luna silenciosamente alumbra la noche por
si alguien tiene miedo a la oscuridad.
Mientras allá abajo, en
el bosque, comienzan los suspiros:
_ ¡Buenas noches!_
trinan los pájaros posados sobre las ramas de los árboles.
_ ¡Buenas noches!_
dicen los animales tumbándose en el suelo.
_ ¡Buenas noches!_
susurran los insectos ocultándose bajo las hojas secas.
Fin
Autora: María
Abreu
En
paz me acostaré y asimismo dormiré; porque sólo tú,
Jehová, me haces vivir confiado. (Salmos 4:8)
miércoles, 14 de octubre de 2015
El ruiseñor y la primavera
Es la mañana del 21 de
marzo. El viento comienza a soplar suavemente agitando las ramas de los árboles
como queriendo arrancar el polen de las flores.
El viento llega con alegría, bailes y movimientos deseando anunciar algo.
El viento llega con alegría, bailes y movimientos deseando anunciar algo.
Mágicamente reverdecen los pastos y florecen los árboles dejando fluir un delicado aroma.
Llegan las mariposas revoloteando sobre las flores y embriagándose de colores vuelan de aquí para allá.
En ese instante se escucha una multitud de silbidos, borboteos y dulces cantos.
Más un canto sobresale,
pues hay pocos pájaros que canten mejor que él. Es un ruiseñor anunciando la llegada de la primavera.
_ Ha llegado la
belleza, el amor, un nuevo comienzo _ canta
el ruiseñor, moviéndose ágilmente entre la vegetación.
Ligeramente sale del
matorral y salta hacia el suelo. Ahí, al descubierto, camina entre las hojas buscando
insectos para comer.
Después de haber soportado un frío invierno lleno de
oscuridad y soledad. El ruiseñor entiende que la primavera siempre trae nuevos
comienzos y abre camino a la esperanza.
Autora: María
Abreu
“Levántate, oh amiga mía, hermosa mía, y ven. Porque
he aquí ha pasado el invierno, se ha mudado, la lluvia se fue; se han mostrado las flores en
la tierra.” (Cantares 2:10-12).
viernes, 9 de octubre de 2015
Príncipes, de aventuras por el bosque
Cuando la manecilla del reloj rozaba la
media noche, un príncipe alumbrado sólo por la luz
de la luna salía desde su palacio a caminar por las llanuras del bosque rumbo a
un mágico lago azul. Allí agarraba su guitarra y comenzaba a cantar.
Una princesa que vivía frente al lago lo
observaba desde el balcón de su habitación. Muy enojada por los cantos del príncipe
envió una lechuza a decirle que
hiciera silencio.
_ ¡Sssss! ¡Sssss! Pero
como a la lechuza no le gusta dormir de noche, al final se quedó acompañando al
príncipe.
Como cada noche cuando la manecilla del reloj rozaba la media noche el príncipe iba al lago a cantar con su guitarra. La princesa cansada
de sus cantos decidió tirarle piedras. El príncipe asustado miraba para todos
los lados sin descubrir quién se las estaba lanzando.
Más tarde, ella envió a
cientos de cigarras, que posándose
en los troncos de los árboles entonaron un
canto rechinante. Viendo la princesa que el príncipe estaba aturdido por
el escándalo de las cigarras, le pareció muy divertido. Y decidió bajar del
balcón para aproximarse al lago con la intención de seguir divirtiéndose
haciéndole maldades.
Pero cuando iba de
camino, dos lobos salpicados por la
luz de la luna le salieron de frente. Entre pausas, aullaban como guerreros
feroces. Los lobos se estaban acercando demasiado y la princesa comenzó a
gritar pidiendo auxilio. Mas el
príncipe no podía escucharla por
el canto de las cigarras.
Los lobos seguían
acercándose y ésta sintiéndose en peligro comenzó a correr velozmente por el
bosque sorteando los matorrales; pero tropezó cayendo al suelo. Seguidamente se
levantó y cuando intentó seguir, se dio cuenta que no podía ver los reflejos de
la luz de la luna que le alumbraban el paso, ni siquiera los farolitos de las
luciérnagas. Se había quedado ciega al caer sobre un montón de polen negro.
Entonces angustiada
comenzó a gritar una y otra vez. En ese momento las cigarras habían hecho una
pausan en su canto y el príncipe logró escuchar los gritos de la princesa e
inmediatamente corrió hacia el lugar de donde provenían.
Viendo a la princesa en
peligro, el príncipe cogió un palo y se enfrentó a los lobos que la rodeaban
consiguiendo ahuyentarlos. En seguida se acercó a la princesa, la tomó de las manos
y mirándola a los ojos se dio cuenta de que estaba ciega.
La princesa confundida
y asustada le dijo:
_ ¡Márchate! Mas el
príncipe con mucha ternura le expresó:
_ ¡Seré tus ojos en la
oscuridad!_ Y tomándola de la mano comenzó a caminar con ella hacia el lago
azul.
Cuando llegaron al lago
el príncipe vio a un unicornio
bebiendo agua en la orilla e inmediatamente corrió a pedirle que le devolviera
la vista a la princesa.
El unicornio de color
azul caminó hacia ella y apuntándole a los ojos con su cuerno le lanzó un haz de luz. En ese instante la
princesa comenzó a ver y a observar todo lo que había a su alrededor. Dirigió
su mirada hacia el príncipe y mirándole fijamente, observó sus ojos verdes y el
flequillo que reposaba en su frente. Después se acercó a explicarle:
_ Yo no merecía que me
rescataras. Me divertía haciéndote maldades desde mi balcón.
_ Lo más importante de reconocer los errores es que te dan la oportunidad
de reflexionar para mejorar_ dijo el príncipe con una dulce sonrisa.
El valor del amor |
¡Mas la luna seguía
alumbrando la noche sin declarar que era a la princesa a quien el príncipe le
cantaba cuando la manecilla del reloj rozaba la media noche!
Autora: María
Abreu
El amor no hace nada indebido,
no busca lo suyo, no se irrita, no guarda rencor (1Corintios 13: 5)
EL TIGRE Y EL RATÓN
Un ratón cansando de
ser perseguido por los gatos y de ser rechazado por las personas de la ciudad
decidió coger su maleta, ponerse su sombrero y mudarse al bosque.
Allí se hizo amigo de
un tigre que era soberbio y de carácter rebelde. Éste muchas veces
manipulaba al ratón para que lo acompañara a la orilla del río porque quería
contemplar su hermosa imagen reflejada en el agua. Le deleitaba ver su pelaje
color naranja y sus rayas en tono marrón oscuro. ¡Presumía de belleza!
También lo utilizaba
para divertirse tirándolo al suelo con su gran cola. El ratón con su naturaleza
escurridiza a veces quería evitarlo pero como le tenía miedo dejaba que se
divirtiera a su costa. ¡Aunque le hiciera daño!
Se sentía atrapado bajo
la voluntad del tigre y evitaba las discusiones. Una tarde éste le pidió que lo
acompañara a las afuera del bosque a lo que el ratón le respondió que era
peligroso.
La rebeldía del tigre
muchas veces le llevaba a extremos peligrosos y obligó al ratón a ir con él con
la excusa de que tanta tranquilidad le aburría.
Mientras disfrutaban
del paseo unos cazadores por sorpresa dispararon al tigre el cual cayó dormido
y aprovecharon para encerrarlo en una gran jaula de madera. El ratón había
corrido sin ser visto y permanecía escondido subido a un árbol.
Los cazadores dejaron
al tigre enjaulado con la intención de regresar en la madrugada para llevárselo
a la ciudad y luego venderlo.
Ante esta situación el
ratón comenzó a pensar que había llegado la oportunidad de librarse de la
manipulación del tigre y dejar atrás todos sus miedos. ¡Era la hora de ser
libre!
Entonces empezó a bajar
del árbol lo más rápido que podía, pero al escuchar el despertar y los rugidos
del tigre se asustó y resbaló cayendo al suelo. Ahí se quedó por unos instantes
para mirar y disfrutar del encierro y la angustia del tigre…, pero finalmente
sintió compasión. ¡No podía dejarle abandonado!
Corrió y subió a la
jaula y comenzó a roer el tablón de madera que servía para cerrar la puerta
hasta que consiguió devorarlo por completo. Respiró profundamente por unos
segundos y luego gritó:
_ ¡Ya estás libre!
¡Corre, disfruta de tu libertad porque puede ser que mañana te la roben!
El tigre asustado y con
lágrimas en los ojos echó a correr a toda prisa hacia el interior del bosque.
Al día siguiente cuando
los cazadores encontraron la jaula vacía comprendieron que el tigre se había
escapado y se marcharon entendiendo que perseguirle dentro del bosque era muy
peligroso para ellos.
En aquel momento el
ratón comenzó a disfrutar de su tranquilidad. Se sentía feliz lejos del tigre y
aprovechaba cada día para disfrutar de las cosas que más le gustaban. Se pasaba
los días recolectando frutos, trepando, saltando y haciendo algunos agujeritos
en los troncos de los árboles.
Pero para su sorpresa,
cuando menos se lo esperaba, apareció el tigre diciéndole:
_ ¡Gracias amigo por
salvarme! ¡Perdona mi mal comportamiento!
_ ¡Estás perdonado, te
puedes ir!_ dijo el ratón decidido a no dejarse manipular por nadie.
_ ¡Quiero ser tu amigo!
¡Te prometo que esta vez todo será diferente!_ exclamó el tigre.
El ratón no creía lo que estaba escuchando y añadió:
Pero el tigre estaba
dispuesto a ganarse su confianza y amistad. Así que cada día intentaba hacerle
compañía y le llevaba diferentes alimentos.
También lo agarraba con
su gran cola y lo montaba encima para llevárselo a pasear de una manera súper divertida. Hasta
que al final consiguió ganarse la confianza del ratón y se hicieron muy buenos
amigos.
Autora: María
Abreu
Diga el débil: Fuerte
soy (Joel 3:10)
lunes, 28 de septiembre de 2015
El cocuyo y la luciérnaga
Una cálida tarde de verano, un cocuyo de color negro y una luciérnaga
jugaban juntos entre las ramas de los
árboles del denso bosque.
El valor de la superación |
Empezaba a caer la
noche; por lo que el cocuyo le dijo a la luciérnaga que debían marcharse a sus
madrigueras.
Mientras volaban el
cocuyo iba alumbrando el camino, pero mientras avanzaba se percató de que la
luciérnaga no llevaba su luz encendida y le dijo:
_ ¡Enciende tu luz!
La luciérnaga confundida en la oscuridad le
manifestó:
_ ¡No es necesario!
El cocuyo en silencio comprendió que debía
explicarle a la luciérnaga la importancia de la luz. Para ello cambió de rumbo
y la llevó a la cúspide de una montaña.
Cuando subieron al pico de la montaña, el cocuyo le
mostró el bosque desde las alturas y comenzó a
explicarle:
_ Aunque tenemos luces
diferentes, podemos iluminar en la
oscuridad de igual manera.
_ Es que me da miedo iluminar. Además soy muy tímida, no me gusta destacar_ dijo la luciérnaga.
_ Es que me da miedo iluminar. Además soy muy tímida, no me gusta destacar_ dijo la luciérnaga.
Mas el cocuyo con sus
luces azuladas y bastante vivas continuó explicando:
_ Con tu luz puedes cambiar
un paisaje de sombra y oscuridad por otro
paisaje de luz y seguridad.
Luego continuó
diciendo:
_
Saca la luz que tienes en tu interior y expándela, podrás alumbrar el camino a
los demás.
Al escuchar estas
palabras la luciérnaga reflexionó y decidió activar su luz, descubriendo que no
podía esconder el brillo que llevaba dentro. Y fue muy feliz alumbrando el
bosque junto al cocuyo.
Autora: María
Abreu
Y si te ofreces al
hambriento, y sacias el deseo del afligido, entonces surgirá tu
luz en las tinieblas, y tu oscuridad será como el mediodía. (Isaías 58: 10)
jueves, 10 de septiembre de 2015
El ratón ansioso
En un pequeño campo
vivía el ratón Ramón. Su pancita era
redonda y sus bigotes largos. Le encantaba mover su colita al viento cuando
caminaba por el campo alegremente.
Le preocupaba tanto que
las semillas no germinaran que trabajaba hasta altas horas de la noche, alumbrado por los farolitos de las luciérnagas que le
acompañaban.
Una tarde, cansado de tanto trabajar, angustiado y con lágrimas en los
ojos, se sentó bajo la sombra de un árbol.
Un
jilguero que lo estaba observando desde la rama del mismo árbol
decidió bajar de la rama para explicarle:
_ Una de la causa de tu ansiedad es intentar cambiar algo que está fuera
de tu control. Si ya has sembrado la semilla ahora le toca a Dios hacer que germinen.
_Es que por más que me afano, estas semillas no crecen y me gustaría que lo hicieran rápido _ se lamentó el
ratón.
El jilguero moviendo su
cabeza de derecha a izquierda, levantó el vuelo y se marchó.
Luego el ratón se fue a
su madriguera a descansar. Pero acostado en su cama, seguía preocupado y angustiado.
Al día siguiente se
levantó muy de mañana y vio que las semillas aún no habían crecido y para colmo
se anunciaba una sequía en el campo.
Entonces decidió ponerse un sombrero y unas gafas de sol para regar la tierra
con un cubito de agua.
Unos días más tarde el
ratón Ramón se encontraba sentado en la puerta de su madriguera secándose el
sudor de la frente. Pensaba que las semillas habrían muerto por causa de la
sequía.
Pero para su sorpresa
vio que unas nubes negras descendían de las montañas. Minutos después unas
gotitas de aguas comenzaban a caer y a evaporarse por causa del calor de la
tierra. El ratón saltaba de felicidad. ¡La lluvia caía!
Al día siguiente se
levantó muy de mañana como de costumbre y saltaba de alegría al ver que habían crecidos unas hermosas
plantitas verdes.
Al final el ratón comprendió que no debía ponerse ansioso por
aquellas cosas que no podía controlar.
Autora: María
Abreu
¿Y quién de vosotros
podrá, por mucho que se afane, añadir a su estatura un codo? (Mateo 6: 27)
lunes, 7 de septiembre de 2015
El náufrago y la codicia
Había una vez un hombre
que había naufragado en una isla en medio del mar. Hacía mucho calor y como tenía
sed se puso de rodillas y juntando sus manos comenzó a orar:
_Señor, estoy en una
isla en medio del mar. Tengo mucha sed. Dame un coco de agua, por favor, Señor,
un coco de agua_ Dios le dio el coco de agua.
_ Señor tengo frío, dame
fuego. Por favor, Señor, dame fuego_ Dios le suplió el fuego.
Náufrago |
_ Señor tengo hambre.
Dame peces Señor, por favor, dame peces_ Dios le proporcionó los peces.
Cuando el náufrago vio
que tenía todo lo necesario para vivir
comenzó a desear más cosas:
_ Señor quiero un
maletín de joyas, dos coches, gafas de sol, un portátil…
Con tanto peso la isla empezó
a hundirse y el náufrago puesto de rodillas comenzó a gritar:
_ ¡Señor, sálvame,
sálvame por favor qué me hundo!
Autora: María
Abreu
Sea
vuestro carácter sin avaricia, contentos con lo que tenéis,
porque El mismo ha dicho: NUNCA TE DEJARE NI TE DESAMPARARE. (Hebreos 13: 5)
cu
miércoles, 12 de agosto de 2015
El hada del río
En las profundidades de
un gran bosque había un magnífico río cuyas aguas se vestían de los colores del
arcoíris por los penetrantes rayos del sol.
Era un río fantástico
con aguas limpias y cristalinas que motivaba a un joven príncipe a irse de
pesca todo el verano.
Un buen día mientras
pescaba descubrió a una joven de larga y abundante cabellera sentada sobre una
roca jugando con los peces. El príncipe sonrió al ver el panorama y luego vociferó:
_ ¡Hola!
La joven lo miró con sus
penetrantes ojos verdes sin decir nada.
_ ¿Por qué no sales del
agua y pescamos juntos? _ clamó el príncipe rompiendo el silencio.
Pero la joven como no le gustaba estar en compañía se
sumergió bajo el agua y comenzó a nadar alejándose del lugar metiéndose en una
cueva.
Allí, en su soledad,
comenzó a sentir curiosidad por saber qué se sentiría al estar en compañía de alguien.
Esta curiosidad hizo
que comenzara a nadar hasta donde había dejado al príncipe. Pero cuando sacó la
cabeza del río el príncipe ya no estaba.
Salió del agua y anduvo
por el bosque durante varias horas con la ilusión de encontrarlo; pero se
detuvo al escuchar una rara voz susurrar:
_ ¡Ya tengo mi banquete! ¡Ya tengo mi banquete!
Con mucha curiosidad
siguió el sonido de la voz descubriendo a un duende en pijama que estaba haciendo
una hoguera para comerse al príncipe asado.
_ ¡Duende malvado,
suéltalo ya!_ ordenó la joven.
Éste la miró con sus
ojos envueltos en llamas e inmediatamente comenzó a lanzarle llamas de fuego
por su boca. En ese mismo instante la joven levantó sus manos y soltando grandes chorros de aguas por sus
dedos apagó el fuego.
Viendo esto, el duende
levantó sus manos e hizo que sus afiladas uñas comenzaran a crecer apuntando
hacia la joven. Pero seguidamente la joven frotó sus manos expulsando miles de
burbujas de colores para distraerlo.
Cuando el duende vio
tantas burbujas flotando en el aire comenzó a jugar felizmente dando saltitos
pinchándolas con sus uñas.
La joven aprovechó esta
situación y escapó junto al príncipe hacia la orilla del río. Allí el príncipe le agradeció que le salvara
la vida cantándole una dulce canción.
Al final de la canción
la joven le miró con ternura y le dijo:
_ He comprendido que es
mejor vivir en compañía; porque de esta manera se construye mejor la felicidad…
Después de haber dicho
esto levantó sus manos y produjo una corriente de aire que chocó con la
superficie del río haciendo que muchos peces de colores salieran a la orilla a
hacer piruetas. El príncipe entre risas sólo observaba el espectáculo
descubriendo que la joven era el hada
del río.
A partir de ese momento
se hicieron muy buenos amigos. El príncipe iba a visitarla cada tarde hasta que
al final decidió declararle su amor.
Cada día construían la
felicidad, lejos del rencor, haciendo crecer la serenidad
del alma.
Autora: María
Abreu
Más valen dos que uno,
porque obtienen más fruto de su esfuerzo. Si caen, el uno levantará al otro. ¡Hay
del que cae y no tiene quien lo levante. (Eclesiastés 4: 9-10)
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