Cuentos clásicos

viernes, 9 de octubre de 2015

Príncipes, de aventuras por el bosque

Cuando la manecilla del reloj rozaba la media noche, un príncipe alumbrado sólo por la luz de la luna salía desde su palacio a caminar por las llanuras del bosque rumbo a un mágico lago azul. Allí agarraba su guitarra y comenzaba a cantar.

Una princesa que vivía frente al lago lo observaba desde el balcón de su habitación. Muy enojada por los cantos del príncipe envió una lechuza a decirle que hiciera silencio.



_ ¡Sssss! ¡Sssss! Pero como a la lechuza no le gusta dormir de noche, al final se quedó acompañando al príncipe.

Como cada noche cuando la manecilla del reloj rozaba la media noche el príncipe iba al lago a cantar con su guitarra. La princesa cansada de sus cantos decidió tirarle piedras. El príncipe asustado miraba para todos los lados sin descubrir quién se las estaba lanzando.

Más tarde, ella envió a cientos de cigarras, que posándose en los troncos de los árboles entonaron un  canto rechinante. Viendo la princesa que el príncipe estaba aturdido por el escándalo de las cigarras, le pareció muy divertido. Y decidió bajar del balcón para aproximarse al lago con la intención de seguir divirtiéndose haciéndole maldades.

Pero cuando iba de camino, dos lobos salpicados por la luz de la luna le salieron de frente. Entre pausas, aullaban como guerreros feroces. Los lobos se estaban acercando demasiado y la princesa comenzó a gritar pidiendo auxilio. Mas el  príncipe  no podía escucharla por el canto de las cigarras.

Los lobos seguían acercándose y ésta sintiéndose en peligro comenzó a correr velozmente por el bosque sorteando los matorrales; pero tropezó cayendo al suelo. Seguidamente se levantó y cuando intentó seguir, se dio cuenta que no podía ver los reflejos de la luz de la luna que le alumbraban el paso, ni siquiera los farolitos de las luciérnagas. Se había quedado ciega al caer sobre un montón de polen negro.

Entonces angustiada comenzó a gritar una y otra vez. En ese momento las cigarras habían hecho una pausan en su canto y el príncipe logró escuchar los gritos de la princesa e inmediatamente corrió hacia el lugar de donde provenían.

Viendo a la princesa en peligro, el príncipe cogió un palo y se enfrentó a los lobos que la rodeaban consiguiendo ahuyentarlos. En seguida se acercó a la princesa, la tomó de las manos y mirándola a los ojos se dio cuenta de que estaba ciega.

La princesa confundida y asustada le dijo:

_ ¡Márchate! Mas el príncipe con mucha ternura le expresó:

_ ¡Seré tus ojos en la oscuridad!_ Y tomándola de la mano comenzó a caminar con ella hacia el lago azul.

Cuando llegaron al lago el príncipe vio a un unicornio bebiendo agua en la orilla e inmediatamente corrió a pedirle que le devolviera la vista a la princesa.

El unicornio de color azul caminó hacia ella y apuntándole a los ojos con su cuerno  le lanzó un haz de luz. En ese instante la princesa comenzó a ver y a observar todo lo que había a su alrededor. Dirigió su mirada hacia el príncipe y mirándole fijamente, observó sus ojos verdes y el flequillo que reposaba en su frente. Después se acercó a explicarle:

_ Yo no merecía que me rescataras. Me divertía haciéndote maldades desde mi balcón.

_ Lo más importante de reconocer los errores es que te dan la oportunidad de reflexionar para mejorar_ dijo el príncipe con una dulce sonrisa.

El valor del amor
En ese instante el viento sopló suavemente moviendo el pelo de la princesa y le cubrió el rostro. El príncipe le apartó el pelo y la princesa fijando su mirada en los verdes ojos del príncipe se acercó y le besó.

¡Mas la luna seguía alumbrando la noche sin declarar que era a la princesa a quien el príncipe le cantaba cuando la manecilla del reloj rozaba la media noche!

                                                                                       Autora: María Abreu

 El amor no hace nada indebido, no busca lo suyo, no se irrita, no guarda rencor (1Corintios 13: 5)

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