Cuando la manecilla del reloj rozaba la
media noche, un príncipe alumbrado sólo por la luz
de la luna salía desde su palacio a caminar por las llanuras del bosque rumbo a
un mágico lago azul. Allí agarraba su guitarra y comenzaba a cantar.
Una princesa que vivía frente al lago lo
observaba desde el balcón de su habitación. Muy enojada por los cantos del príncipe
envió una lechuza a decirle que
hiciera silencio.
_ ¡Sssss! ¡Sssss! Pero
como a la lechuza no le gusta dormir de noche, al final se quedó acompañando al
príncipe.
Como cada noche cuando la manecilla del reloj rozaba la media noche el príncipe iba al lago a cantar con su guitarra. La princesa cansada
de sus cantos decidió tirarle piedras. El príncipe asustado miraba para todos
los lados sin descubrir quién se las estaba lanzando.
Más tarde, ella envió a
cientos de cigarras, que posándose
en los troncos de los árboles entonaron un
canto rechinante. Viendo la princesa que el príncipe estaba aturdido por
el escándalo de las cigarras, le pareció muy divertido. Y decidió bajar del
balcón para aproximarse al lago con la intención de seguir divirtiéndose
haciéndole maldades.
Pero cuando iba de
camino, dos lobos salpicados por la
luz de la luna le salieron de frente. Entre pausas, aullaban como guerreros
feroces. Los lobos se estaban acercando demasiado y la princesa comenzó a
gritar pidiendo auxilio. Mas el
príncipe no podía escucharla por
el canto de las cigarras.
Los lobos seguían
acercándose y ésta sintiéndose en peligro comenzó a correr velozmente por el
bosque sorteando los matorrales; pero tropezó cayendo al suelo. Seguidamente se
levantó y cuando intentó seguir, se dio cuenta que no podía ver los reflejos de
la luz de la luna que le alumbraban el paso, ni siquiera los farolitos de las
luciérnagas. Se había quedado ciega al caer sobre un montón de polen negro.
Entonces angustiada
comenzó a gritar una y otra vez. En ese momento las cigarras habían hecho una
pausan en su canto y el príncipe logró escuchar los gritos de la princesa e
inmediatamente corrió hacia el lugar de donde provenían.
Viendo a la princesa en
peligro, el príncipe cogió un palo y se enfrentó a los lobos que la rodeaban
consiguiendo ahuyentarlos. En seguida se acercó a la princesa, la tomó de las manos
y mirándola a los ojos se dio cuenta de que estaba ciega.
La princesa confundida
y asustada le dijo:
_ ¡Márchate! Mas el
príncipe con mucha ternura le expresó:
_ ¡Seré tus ojos en la
oscuridad!_ Y tomándola de la mano comenzó a caminar con ella hacia el lago
azul.
Cuando llegaron al lago
el príncipe vio a un unicornio
bebiendo agua en la orilla e inmediatamente corrió a pedirle que le devolviera
la vista a la princesa.
El unicornio de color
azul caminó hacia ella y apuntándole a los ojos con su cuerno le lanzó un haz de luz. En ese instante la
princesa comenzó a ver y a observar todo lo que había a su alrededor. Dirigió
su mirada hacia el príncipe y mirándole fijamente, observó sus ojos verdes y el
flequillo que reposaba en su frente. Después se acercó a explicarle:
_ Yo no merecía que me
rescataras. Me divertía haciéndote maldades desde mi balcón.
_ Lo más importante de reconocer los errores es que te dan la oportunidad
de reflexionar para mejorar_ dijo el príncipe con una dulce sonrisa.
El valor del amor |
¡Mas la luna seguía
alumbrando la noche sin declarar que era a la princesa a quien el príncipe le
cantaba cuando la manecilla del reloj rozaba la media noche!
Autora: María
Abreu
El amor no hace nada indebido,
no busca lo suyo, no se irrita, no guarda rencor (1Corintios 13: 5)
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