Una cálida tarde de verano, un cocuyo de color negro y una luciérnaga
jugaban juntos entre las ramas de los
árboles del denso bosque.
El valor de la superación |
Empezaba a caer la
noche; por lo que el cocuyo le dijo a la luciérnaga que debían marcharse a sus
madrigueras.
Mientras volaban el
cocuyo iba alumbrando el camino, pero mientras avanzaba se percató de que la
luciérnaga no llevaba su luz encendida y le dijo:
_ ¡Enciende tu luz!
La luciérnaga confundida en la oscuridad le
manifestó:
_ ¡No es necesario!
El cocuyo en silencio comprendió que debía
explicarle a la luciérnaga la importancia de la luz. Para ello cambió de rumbo
y la llevó a la cúspide de una montaña.
Cuando subieron al pico de la montaña, el cocuyo le
mostró el bosque desde las alturas y comenzó a
explicarle:
_ Aunque tenemos luces
diferentes, podemos iluminar en la
oscuridad de igual manera.
_ Es que me da miedo iluminar. Además soy muy tímida, no me gusta destacar_ dijo la luciérnaga.
_ Es que me da miedo iluminar. Además soy muy tímida, no me gusta destacar_ dijo la luciérnaga.
Mas el cocuyo con sus
luces azuladas y bastante vivas continuó explicando:
_ Con tu luz puedes cambiar
un paisaje de sombra y oscuridad por otro
paisaje de luz y seguridad.
Luego continuó
diciendo:
_
Saca la luz que tienes en tu interior y expándela, podrás alumbrar el camino a
los demás.
Al escuchar estas
palabras la luciérnaga reflexionó y decidió activar su luz, descubriendo que no
podía esconder el brillo que llevaba dentro. Y fue muy feliz alumbrando el
bosque junto al cocuyo.
Autora: María
Abreu
Y si te ofreces al
hambriento, y sacias el deseo del afligido, entonces surgirá tu
luz en las tinieblas, y tu oscuridad será como el mediodía. (Isaías 58: 10)
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