En el centro de un
lejano jardín residía un milenario árbol.
Era bello y frondoso, todo el que comía de sus hojas aprendía a decir
palabras dulces.
Un niño que había leído la historia de este milenario árbol le pidió
a sus padres que le llevaran a verlo para probar de sus hojas y sus
padres gustosamente le llevaron.
Al llegar al lugar, el
niño se quedó de pie frente a éste observándole varios minutos. Sus hojas eran totalmente verdes, bañadas
constantemente por un ligero rocío y por su red vascular circulaba una dulce
miel.
_ ¡Ven, acércate!_ dijo el milenario árbol
El niño tímidamente se
acercó y le preguntó:
_ ¿Cuáles son las
palabras dulces que tienen tus hojas?
_ Tengo palabras dulces
para dar consuelo, para vencer el miedo y para dar cariño_ explicó el árbol.
_ ¿Y cuáles son esas
palabras?_ volvió a preguntar el niño.
_ ¡Cariño, mi amor, te
entiendo, lo siento, estoy contigo, perdóname!_ respondió el árbol.
_ ¿Pero de dónde salen
esas dulces palabras?_ preguntó el niño.
_ ¡Las palabras dulces
salen del corazón! ¡Mis hojas son sólo una motivación! _ explicó el árbol
milenario.
En ese instante el niño pensó que sus padres habían comido de las hojas del árbol, porque ellos frecuentemente le decían palabras dulces .
Después de pensar esto se acercó con mucho entusiasmo a comer de las hojas del árbol
milenario. Y éste al final le dijo:
_ ¡Recuerda dibujar tu
corazón y escribir todas las palabras
dulces que hay dentro de él!
Autora: María
Abreu
Panal de miel son los
dichos suaves; suavidad al alma y medicina para los huesos. (Proverbios 16: 24)
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