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sábado, 28 de junio de 2014

El salto a la fama

En un pequeño estanque vivía una ranita de color verde la cual soñaba con ser artista y modelo. Cada día saltaba hacia las hojas que flotaban en el agua para  inflamar su garganta, llenarla de aire  para expulsarlo luego y entonar bien su canción.


Después de un rato cambiaba de escenario y saltaba hacia otra gran hoja. Ahí con sus ojos saltones cambiaba la forma de su mirada, ponía sus manos en su suave cintura y ensayaba con sus piernas largas pasos de modelo.

Su gran amigo el sapito Abelito la observada y la animaba desde el borde del estanque.

Hasta que por fin llegó su gran oportunidad y se  presentó a un casting de cantantes para una productora discográfica y finalmente ganó el concurso con una mayoría aplastante de votos.

Pasaron los meses y la ranita grabó su primer disco y comenzó a viajar por el mundo entero cantando su canción. Vendió millones de discos, ganó un prestigioso premio al mejor álbum musical y la gente la aclamaba.

Fue nombrada por una reconocida revista la ranita más bella del planeta, otra importante revista la nombró la ranita más sexy del mundo. Fue modelo de muchas marcas reconocidas e incluso comió con muchas de las estrellas de las que antes era una de sus fans. Tuvo algunos novios famosos y se sentía feliz porque estaba viviendo su gran sueño.

Había ganado fama, dinero y posición; por eso se construyó una mansión en las alturas de uno de los robles más caros en la mejor urbanización del bosque. 

La mansión tenía una enorme piscina en la que disfrutaba de aguas perfumadas con pétalos de rosas rojas, también poseía un gran gimnasio para mantener su esbelta figura.

No comía insectos ya que su dieta sólo le permitía comer ensaladas de hojas verdes y algunos frutos secos para seguir siendo icono de la moda.

Era noticia mundial y, aunque siempre estaba rodeada de sus fans se sentía muy sola y lloraba cuando nadie la veía.

Había abandonado a sus amigos de la infancia y los momentos importantes no los podía compartir con sus padres porque la fama la llamaba.

Pasados muchos meses comenzó a leer las cartas que le enviaba su amigo el sapito Abelito. Las hojitas estaban secas por el tiempo que llevaban en el buzón.

Se sentía tan vacía y sola que decidió dejarlo todo y volver al estanque para disfrutar con la gente que realmente la amaba, porque la fama un día se acaba y volvemos al mísero olvido.

Pero al llegar al estanque no encontró la manera de integrarse con los suyos y por temor al rechazo se escondió detrás del tronco de un árbol por unos minutos y desde ahí observaba a sus antiguas amigas jugando y saltando de hoja en hoja muy felices en el pequeño estanque.

Se entristeció en gran manera al ver sentado en el borde del estanque al sapito Abelito, el cual estaba escribiéndole una de sus innumerables cartas en una hojita verde. Pasados unos minutos vio una esperanza volando hacia el sapito y éste le entregó la carta para que la llevara al buzón de la casa construida en lo alto de un roble.

La ranita entre lágrimas, sabiendo que la vida está hecha de decisiones dio unos pasos hacia adelante y le llamó. El sapito Abelito no se podía creer lo que estaba viendo y corrió a abrazarla. Las demás ranitas también salieron del estanque para darle una alegre bienvenida.

Al final la ranita comprendió que en lugar de centrarse tanto en buscar el espejismo sobrevalorado de la fama, es mejor disfrutar al máximo de aquellas pequeñas cosas que nos hacen ser realmente felices.

Autora: María Abreu
No te creas más que los otros; recuerda que Dios no tarda en castigar (Proverbios 7:16)



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