En una gran ciudad
vivía una familia la cual estaba triste porque su hijo Fernando no les
obedecía. Este adolescente nunca cooperaba en la casa y siempre gritaba a sus
padres.
Sus amigos le tenían
mucho miedo porque Fernando mostraba una actitud muy violenta tanto verbal como
física, pero esto a él no le importaba, al contrario, le gustaba esta situación
porque sentía que tenía todo bajo control.
Sus padres estaban
muy preocupados y lloraban mucho porque no encontraban la manera de inculcarle
la educación y los valores necesarios para que su hijo llegara a ser un hombre
de bien en la sociedad.
Así que una mañana planearon una salida a las montañas y se lo comunicaron a Fernando el cual les dijo que si le preparaban la mochila con todo lo necesario iría con ellos. Y así lo hicieron sus padres.
Así que una mañana planearon una salida a las montañas y se lo comunicaron a Fernando el cual les dijo que si le preparaban la mochila con todo lo necesario iría con ellos. Y así lo hicieron sus padres.
Sin embargo, cuando
iban de camino Fernando muy enojado daba patadas y puñetazos a los asientos
delanteros del coche porque el viaje le estaba pareciendo muy largo y le
gritaba al padre para que condujera más rápido.
......
La madre muy nerviosa
le propuso que cuando llegaran a la montaña jugarían al escondite con la
condición de que allí no se podía gritar. A Fernando le pareció algo absurdo e
infantil, pero al final aceptó.
Pasaron las horas y
cuando llegaron a las montañas Fernando comenzó a contar hasta diez y sus
padres se escondieron rápidamente. Luego Fernando comenzó a buscarlos pero al
ver que pasaban los minutos e incluso las horas y no podía encontrarlos se
desesperó y comenzó a gritar todas las palabras mal sonantes que estaba
acostumbrado a decir a sus padres, a los amigos, a los profesores y a todo el mundo. Pero para su
sorpresa, comenzó a notar que sus feas palabras rebotaban y llegaban a sus
oídos repetidas veces.
_ ¡Qué horror!_ vociferó
asustado al notar que sus palabras chocaban con las paredes de la montaña y
regresaban a sus oídos con diferente intensidad.
_ ¡Aquí hay un eco!_
indicó, mientras que el eco nuevamente le devolvió en duplicado el sonido de su
voz.
.......
......
Seguían pasando las
horas y Fernando continuaba solo sin encontrar a sus padres y, en su caminar un
mosquito le picó en una pierna y otra vez comenzó a decir palabras mal sonantes
dando patadas y puñetazos al aire. Pero al escuchar que el eco con una gran violencia
le devolvía el sonido de aquellas grotescas palabras se puso muy nervioso y se
asustó mucho. Entonces en silencio comenzó a pensar que era la hora de intentar
cambiar su manera de hablar y actuar porque hasta a él le estaba dando miedo su
mala conducta.
Y como ya había llegado
la noche regresó al lugar donde había dejado tirada su mochila para ver si
encontraba algunas mantas para echarse a dormir. Cuando abrió su mochila se
sorprendió al ver que sus padres no sólo le habían dejado mantas, sino también
un bocadillo para que cenara.
Con el pan en sus manos
comenzó a llorar desconsoladamente y, ahí estaba el eco haciéndole escuchar el
dolor de su sufrimiento. Al día siguiente cuando se despertó la primera palabra que dijo con mucha tristeza fue:
_ ¡Mamá te quiero!
¡Papá te quiero! ¡Los echo mucho de
menos!
El eco le devolvió las
últimas sílabas con un sonido suave y agradable al oído.
La madre, que estaba
escondida observándolo desde muy lejos con unos prismáticos detrás de una gran
roca, al escuchar esas palabras se estremeció su corazón de tal manera que quiso
salir corriendo con los brazos abiertos en busca de su hijo. Pero el padre que
estaba a su lado le escribió en un papel:
_ ¡Espera, aún no es el
tiempo!
Entonces Fernando por
primera vez recogió su manta, la dobló muy bien y la guardó en su mochila. Y
como no tenía a nadie con quien hablar le dio los buenos días al eco y sonrió al
escuchar el sonido duplicado ya que nunca le había dado los buenos días a
nadie. Luego comenzó a recoger frutas y desconsolado decía:
_ ¡Cuánto me gustaría compartir estas frutas
con mis padres! ¡Los quiero, perdónenme!
Una vez más el eco
duplicó estas palabras con sus más bellos sonidos.
Los padres al escuchar
tan lindas palabras de arrepentimiento bajaron corriendo de las montañas con
los brazos abiertos llamándole y éste al verlos corrió a su encuentro y
los abrazó pidiéndoles perdón.
Los padres muy felices
jugaron con los sonidos del eco enseñando a Fernando a nombrar las más bellas palabras…
Autora: María
Abreu
No os engañéis; Dios no
puede ser burlado: pues todo
lo que el hombre sembrare, eso también segará (Gálatas 6:7)