El señor Pedro se había
arrepentido de haber adoptado a su perrito porque quería vivir solo en su piso.
En varias ocasiones planeó deshacerse de él dejándolo abandonado lejos de casa,
pero éste siempre volvía moviendo la colita en frente de la puerta.
Un día, harto de la
misma situación lo cogió, lo subió en el coche y comenzó a conducir. Cuando
llegaron a una selva abrió la puerta y el perrito salió moviendo la colita
pensando que iba a disfrutar de un gran paseo. Pero inmediatamente Pedro arrancó
el coche a gran velocidad dejándolo solo y abandonado en medio del camino. El perrito aullando y
con lágrimas en los ojos lo persiguió por varios minutos, pero no pudo alcanzarlo.
Con la lengüita fuera por el cansancio se detuvo en medio del camino cabizbajo
y con el rabito entre las piernas no entendía el por qué del abandono.
Triste y con la vista
perdida en la grandeza del verde terreno decidió caminar porque necesitaba
encontrar un lugar donde dormir.
Buscando y buscando encontró
unos pequeños arbustos y escondido bajo sus ramas intentó dormir pero conciliar
el sueño fue imposible por el rugido de algunos animales y los aullidos de los
lobos a la luna.
A la mañana siguiente
tenía tanta sed que lamió el agua del rocío de las hojas de las plantas y era
tanta el hambre que tenía que decidió comer todo tipo de hierbas. Mientras
masticaba se le apareció un jaguar provocando que éste se atragantara por el
gran susto.
Paralizado por el miedo
sólo veía al jaguar que se acercaba paso a paso amenazando con comérselo. Por
suerte, un león que estaba cerca echó al jaguar del lugar con sus fuertes
rugidos. El perrito asustado salió corriendo y desde lejos miró hacia atrás y
vio al león parado mirándole. No obstante y sin pensárselo dos veces se alejó
lo más que pudo y buscó otro refugio.
Al día siguiente el
sol, el hambre y la sed le castigaban, por eso decidió caminar por otros
lugares para ver si podía encontrar algún lago para beber agua. Mientras
caminaba vio al león que le había salvado la vida durmiendo bajo la sombra de
un árbol; pero también vio a una venenosa serpiente bajando silenciosamente del
árbol con la intensión de morderle.
Preocupado empezó a
ladrar provocando que el león se despertara y al descubrir la serpiente le pisó
la cabeza. En ese momento el león descubrió que el perrito le había salvado la
vida y se hicieron muy buenos amigos.
Paseaban, jugaban
juntos y el león siempre distraía al cocodrilo del lago para que el perrito bebiera
agua en la orilla.
Pasadas unas semanas Pedro
muy arrepentido volvió a la selva a buscarlo y el perrito noblemente le perdonó
el abandono y volvió a casa.
Cada mes Pedro lo
llevaba a la selva y le dejaba por algunas horas para que jugara con su amigo
el león porque comprendió que los amigos nunca se abandonan.
Autora: María
Abreu
Si tienes animales, trátalos bien y si te sirven bien, consérvalos (Prov.7:11)
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