En un gran castillo
vivía una joven princesa la cual todos los días miraba en el espejo sus ojos
verdes, su largo pelo negro y su cuerpo escultural. Era consciente de su
belleza y le preocupaba mucho envejecer; por eso vivía obsesionada con ponerse
cremas antiarrugas dos veces al día.
Hasta que un día se
cansó de las cremas y los tratamientos de belleza; por esa razón llamó a uno de sus consejeros para que le
diera alguna idea para no envejecer y éste le dijo:
_ Hay un árbol que a
las 12:00 en punto de la noche, en su copa nace una hermosa flor blanca, la
cual cae al suelo y aquél que logre agarrarla podrá pedir cualquier deseo y le
será cumplido.
_ ¿Y cómo se llama ese
árbol? _ preguntó la princesa esperanzada.
_ Es el bambú_
respondió el joven consejero.
_ El bambú no tiene
flores_ expuso entre dudas la princesa.
_ Sí que la tiene, pero
es un gran misterio_ susurró el joven consejero.
_ Entonces llévame a
ese lugar para pedir mi más anhelado deseo_ indicó la princesa.
Y así lo hicieron,
cada noche montado a caballo el joven consejero
la llevaba al bosque, allí permanecía la princesa con su mirada fija en el
bambú para ver el nacimiento de la blanca flor. Sin embargo el joven consejero
se quedaba mirándola fijamente.
Pero conforme iban
pasando los meses la princesa se desesperaba y lloraba con la cabeza recostada en
el tronco del bambú; porque a las 12:00 de la noche la blanca flor nunca
aparecía. Y el joven consejero al ver su sufrimiento se acercó y con voz dulce
le dijo:
_ Princesa, es hora de
irnos al castillo.
_ No me quiero ir. ¿No
ves que van pasando los años? Me saldrán arrugas, me dolerá la cadera y no
podré usar tacones; todo por la vejez_ decía la princesa entre lágrimas.
_ No te preocupes por
la vejez y, si llega, acéptala de una manera natural dando gracias por todo lo
vivido. Realmente basta con sacarle el máximo provecho al día de hoy y ser
feliz_ explicaba el joven consejero.
_ ¡No, tú no me
entiendes!_ gritó la princesa angustiada.
En ese mismo instante,
unos pajaritos se posaron sobre las ramas del bambú e hicieron caca que cayó
sobre el hombro de la princesa. Ésta entre gritos, llamó al joven consejero el
cual llegó corriendo; pero acto seguido los pajaritos repitieron la misma acción
sobre la princesa.
Sin embargo, esta vez,
la princesa comenzó a sonreír y al mirar hacia arriba vio que los pajaritos comenzaban
a agitar sus alas para irse al sentirse descubiertos.
Entonces la princesa al
ver que se escapaban comenzó a correr detrás de ellos entre risas.
Mientras iba corriendo reflexionaba
sobre las cosas importantes de la vida y empezó a sentirse libre. En ese
instante, cambió de rumbo corriendo con los brazos abiertos hacia el joven
consejero.
Éste sentado en el
suelo la observaba atónito y, su reacción fue levantarse y esperarla con los
brazos abiertos. Se fundieron en un abrazo y segundos después la princesa
mirándole a los ojos le dijo:
_ ¡Gracias por este
gran momento! El ser humano primero es y, luego decide ser. Mas yo
decido ser feliz en mi juventud sin preocuparme tanto por la vejez.
Y… definitivamente quiero ser feliz a tu lado.
El joven consejero se
quedó sin palabras por unos segundos ante la declaración de la princesa.
_ Yo también quiero ser
feliz a tu lado, pues siempre te he amado_ expresó el joven consejero y en ese
momento se besaron.
Los jóvenes se casaron y fueron muy felices
incluso en la vejez.
Autora: María
Abreu
La gloria de los
jóvenes radica en su fuerza; la honra de los ancianos, en sus canas. (Proverbios
20:29)
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