Un niño de doce años de
edad se dispuso a buscar la felicidad en todas las cosas y en cada circunstancia de la vida.
Y una tarde decidió coger
su cuaderno para escribir su plan de felicidad el cual estaba dispuesto a cumplir
al pie de la letra.
Aunque sabía que su plan requería de gran esfuerzo y constancia, estaba dispuesto a cumplirlo y, esto fue lo que escribió: tendré un sueño que cumplir, venceré todos mis miedos, haré del conocimiento mi mejor aliado, viviré en paz con los demás y aumentaré todos mis bienes materiales.
Aunque sabía que su plan requería de gran esfuerzo y constancia, estaba dispuesto a cumplirlo y, esto fue lo que escribió: tendré un sueño que cumplir, venceré todos mis miedos, haré del conocimiento mi mejor aliado, viviré en paz con los demás y aumentaré todos mis bienes materiales.
Pasaron los años y este
niño creció y cumplió muchos de sus sueños, e incluso llegó a ser un rico
empresario.
Pero veía que su plan de felicidad cada día iba cuesta abajo porque aunque tenía éxito y disfrutaba de muchas cosas sentía que todo era muy pasajero.
Esto hacía que se encontrara muy frustrado porque se daba cuenta que realmente aún no había encontrado la felicidad.
Pero veía que su plan de felicidad cada día iba cuesta abajo porque aunque tenía éxito y disfrutaba de muchas cosas sentía que todo era muy pasajero.
Esto hacía que se encontrara muy frustrado porque se daba cuenta que realmente aún no había encontrado la felicidad.
_ ¿Eres feliz, o sólo
sonríes por las pocas monedas que te dan?
_ ¡Sonrío porque soy feliz, he encontrado la felicidad!_
respondió el mendigo.
_ ¿Cómo puedo ser feliz? Porque yo llevo años buscando la felicidad_ volvió a preguntar el empresario.
_ ¡La felicidad está en el hombre que encuentra la
verdad y la sigue!_ contestó el mendigo.
_ ¿De qué verdad me
hablas? ¿A quién tengo que seguir?_ curioseó el empresario.
_ ¡Jesús es la verdad! Tú
necesitas llenar tu alma de la felicidad y de bienestar eterno que sólo él te
puede dar_ aclaró el mendigo.
Autora: María
Abreu
La vida del hombre no consiste en la abundancia de los bienes que posee.
(Lucas 12: 15)
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