En la finca de una gran
hacienda vivía un humilde burro. Cada día, con mucha paciencia, llevaba al
señor Mario sobre su lomo y soportaba la carga sin lamentarse.
Una mañana, cansado y
amarrado en el tronco de un árbol vio que tres cerditos se burlaban de él y le
gritaban:
_ ¡Trabaja burro trabaja!
El burro con mansedumbre los miró y recordó
que el señor Mario siempre les echaba mucha comida y por eso estaban gorditos y
felices.
Luego en la tarde
caminó soportando la carga de unas leñas porque en la noche habría una gran
fiesta en el caserío de la hacienda.
Al terminar el
recorrido, en su momento de descanso, escuchó nuevamente la burla de los tres
cerditos:
_ ¡Trabaja burro trabaja!
¡Eres un menospreciado!
_ Fue a un burro a quien Jesús eligió para su entrada triunfal a Jerusalén. Así que no soy un
menospreciado_ dijo el burro humildemente.
Pero los tres cerditos
no le escuchan y seguían burlándose:
_ ¡Trabaja burro trabaja!
El burro triste y
llorando por tantas burlas, se alejó de los tres cerditos y se tumbó a
descansar bajo la sombra de un árbol.
Pasaron las horas y al
llegar la noche comenzó la fiesta en la hacienda. El burro no vio a los tres
cerditos en la finca y decidió acercarse a ver qué había pasado. Para su sorpresa, descubrió que la cena de la
fiesta eran… los tres cerditos a la parrilla, entonces se fue a su casita
pensando:
_ ¡No te burles de nadie
sin saber cuál será tu futuro!
Autora: María
Abreu
Salmos 119:51: Los
soberbios se burlaron mucho de mí, más
no me he apartado de tu ley.
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