En las cuevas de las
montañas de un bosque de la República Dominicana vivían dos ciguapas. Extrañas mujeres salvajes con los pies al revés, delgadas, tez
morena, ojos negros, rostro hermoso y con el pelo tan largo que era la única
vestimenta de su cuerpo.
Les gustaba hacerles
trenzas a las colas de los caballos y se divertían trepando por los árboles.
Cada noche bajaban de la montaña en busca de peces y aves para alimentarse.
Una tarde, un hermoso joven campesino
rubio de ojos azules, subió a esas montañas acompañado por su perrito para cazar animales.
La ciguapa |
Pasaron las horas y el joven campesino se sentó junto a su perro bajo la sombra de un árbol para descansar.
Segundos después, una serpiente bajó de un árbol flexionando su cuerpo de izquierda a derecha hasta que se acercó a la sombra del
árbol donde estaba sentado el joven campesino y le mordió en la pierna. Éste
intentó matarla, pero comenzó a sentirse tan mal que se desmayó.
Inmediatamente el
perrito comenzó a olerlo y le mordía el pantalón para ver si se movía, pero el
campesino no reaccionaba. Entonces el perrito comenzó a aullar fuertemente.
En ese momento las dos
ciguapas estaban tejiendo las crines de dos caballos y al escuchar el fuerte
aullido del perrito se acercaron a ver qué pasaba, entonces encontraron al campesino
tirado en el suelo y le descubrieron la
mordedura de la serpiente.
Rápidamente le extrajeron el veneno chupándole
la mordedura, después se la cubrieron con plantas medicinales y se quedaron a
su lado toda la noche comunicándose
entre ellas con aullidos ya que no sabían hablar.
El perrito también se quedó a su lado y de vez en cuando le acariciaba el rostro con su lengüita y con suaves aullidos.
El perrito también se quedó a su lado y de vez en cuando le acariciaba el rostro con su lengüita y con suaves aullidos.
Al día siguiente el
campesino se despertó y al ver a las ciguapas quedó impresionado. ¡No se lo
podía creer!
Intentó tocarlas, pero
ellas se asustaron y se fueron corriendo
dejando huellas contrarias a su destino ya que tenían los pies al revés.
Parecía que corrían hacia delante pero realmente corrían para atrás.
El campesino
rápidamente se levantó del suelo e intentó seguirlas, pero el perrito mordiéndole la parte baja del pantalón y
poniéndose delante le impidió el paso. Entonces el joven campesino se
detuvo y recordó que si sigues a una ciguapa desapareces para siempre en el
bosque.
Horas más tardes el
joven campesino llegó al pueblo y le contó la historia a sus amigos, pero nadie le creyó porque para ellos las
ciguapas son sólo una leyenda.
El joven campesino y su
perrito moviendo la colita se marcharon a casa felices porque ellos sí que
habían visto dos ciguapas en las montañas.
Autora: María
Abreu
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