En un lejano
castillo vivía un príncipe que era muy haragán. Le gustaba dormir mucho, no trabajaba ni ayudaba a los demás y desperdiciaba el tiempo y
la energía. Un día, el rey, cansado de la
conducta de su hijo llamó a un hada para que lo durmiera lejos del castillo.
Bajo el hechizo del hada el príncipe dormía en
una casona abandonada en medio de un bosque hasta que una tarde
comenzó a llover fuertemente con truenos y relámpagos e incluso cayó un rayo
cerca de unos árboles y el príncipe no se despertó.
Pero tantas gotitas de agua caían sobre el techo que hicieron un agujero y cayeron
precipitadamente sobre la cara del
príncipe hasta que al final lo despertaron asustado.
_ ¡Vaya manera
de despertar! _ dijo secándose la cara y luego comenzó a caminar
dentro de la vieja casona sin comprender por qué estaba allí.
De pronto
escucha a un gato maullando, feliz se acerca y lo mira, pero se lamenta diciendo:
_ ¡Es un gato sin botas y abandonado! ¡No podrá
ayudarme a salir de aquí!
Cuando paró de
llover dejó el gato abandonado y caminó por los alrededores del bosque
intentando encontrar un camino para regresar al castillo pero no lo encontró. Regresó a la
casona y desesperado buscó comida en la
cocina y encontró unas semillas de
plantas ecológicas en un tiesto viejo.También encontró una lata de
salchichas y se las comió sin compartirla con el gato.
Con las semillas
decidió hacer un huerto en el patio. Limpió, labró, regó el
terreno y las sembró aprovechando las horas de la noche. Todos los días le echaba agua y lo cuidaba, iba aprendiendo a ser diligente y productivo; porque si no trabajaba, no comía.
Pero la
convivencia con el gato no era buena. Un día
lo encontró defecando cerca del huerto, por tal motivo le riñó y le puso las
reglas bien claras señalándole un lugar específico:
_ Desde hoy vas
a defecar aquí, lejos del huerto y de la casona. Y tapa bien tus heces con la
tierra.
Al gato no le
gustó la idea porque eso implicaba pasar más frio, pero tuvo que acostumbrarse.
El hada, que lo observaba todo, al ver que el príncipe había
aprendido la lección hizo que un caballo blando apareciera en la puerta de la
casona y el príncipe muy feliz comprendió que ya era la hora de regresar al castillo
con su padre y, apenado por el gato abandonado decidió llevárselo con él.
El rey lo
esperó muy contento con los brazos abiertos
porque su hijo había aprendido la importancia del trabajo.
Autora: María
Abreu
“El que recoge en el verano es hombre entendido; más el que duerme en el
tiempo de la siega es hijo que avergüenza”. ( Proverbios 10:5)
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